El Protocolo de Kioto, el famoso 20 20 20 son acuerdos que las grandes naciones plasman en un papel tras largos días de reuniones y encuentros ¿Para qué? Para nada. ¿Por qué estoy tan seguro? Porque no te reunes tantas veces en tan corto plazo de tiempo si no es porque no se ha llevado a efecto las decisiones tomadas en anteriores encuentros.
Pero queda estupendamente bien este tipo de cosas a los ojos de los ciudadanos. Nuestros grandes líderes se preocupan por nuestro futuro, o al menos algunos de ellos.
En Diciembre del 2015 se celebró en París la cumbre COP21 y parece ser que muchas de las cuestiones tratadas no quedaron muy claras, es más, once de los invitados no se comprometieron a seguir las directrices para intentar evitar o ralentizar el cambio climático.
De los 195 países, 184 se comprometieron a reducir el CO2 pero once de ellos fruncieron el ceño. ¿Quienes? Corea del Norte, Siria, Nepal, Libia y varios países de Latinoamérica como Nicaragua o Venezuela. Su punto de vista es que los grande países son los que han causado el problema y ellos deberían poner más de su parte para solucionarlo.
Es posible que dichos países latinoamericanos lleven su parte de razón pero si otros con menores recursos y riquezas lo han apoyado ¿Por qué no ellos? En muchos aspectos ya llegamos tarde al cambio climático y todo ayuda es poca como para andarse con rencillas políticas.
Las naciones unidas se han comprometido a ayudar, en la medida de lo posible, a aquellas naciones que lleven a cabo una reducción progresiva de los gases de efecto invernadero.
Efectivamente es comprensible la negativa de ciertos países y efectivamente tengan parte de razón en lo que dicen pero aquí no hablamos de repartir un trozo del pastel en el presente sino de procurar que el pastel se puede seguir repartiendo en un futuro no muy lejano.
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